Exhortación

 

 

 

San Aníbal en su Introducción hace una Exhortación a todas las almas consagradas: sacerdotes, religiosos y religiosas, a tantas almas que se han consagrado al servicio de Dios, y podríamos decir, a todo bautizado.

 


 

Oh almas que amáis a Jesucristo, oh almas que hacéis profesión de vida espiritual, y vosotras especialmente, Esposas de Jesucristo, consagradas a El con votos o con pertenecer a santas Congregaciones, considerad, después de haber leído todo lo anterior, cuánto agrado dais al Corazón Santísimo de Jesús con practicar estas Horas de la Pasión. Ha sido para vosotras, especialmente, para quienes han sido inspiradas por Nuestro Señor estas Horas de la Pasión a aquella Alma Solitaria y contemplativa, que desde hace tantos años las ejercita con gran provecho para ella y para toda la Iglesia. Gracias especiales os están reservadas si os aficionáis a este santo ejercicio cotidiano y os internáis en los mismos sentimientos y en las mismas disposiciones del Alma que lo escribió y que lo practica desde hace tantos años. Y de los sentimientos tan íntimos y de las disposiciones tan amorosas de esta Alma, vosotras pasaréis a los sentimientos y a las disposiciones mismas de Nuestro Señor Jesucristo en las veinticuatro horas en las que sufrió por amor nuestro. Y es imposible que en este ejercicio el alma no se encuentre con la dolorosísima Madre María, y no se una a la misma compasión y a los mismos afectos incomprensibles de la Dolorosa Madre de Dios. ¡Será un vivir con Jesús sufriente y con María doliente, y un cosechar todos los inmensos eternos bienes para sí y para todos!

¿Qué decir del gran medio que sería este ejercicio para toda la Comunidad Religiosa para adelantar en santidad, para conservarse, para crecer en número de almas elegidas y para lograr toda verdadera prosperidad? ¡Cuán grande empeño, entonces, cada Comunidad debería tener en practicar constantemente este ejercicio! ¡Y las almas de la Comunidad, que se llegan diariamente a la Sagrada Mesa, oh, entonces sí que la Santa Comunión la harían con tales disposiciones de fervor y con tal amor a Jesús que cada Comunión sería un renovado esponsal del alma con Jesús en la más íntima y creciente unión de amor!

¡Si Jesús, por un alma sola que haga estas Horas evitará castigos a esa ciudad en que se hagan y hará gracias a tantas almas por cuantas son las palabras de este Reloj Doloroso, ¿cuántas gracias no podrá esperar una Comunidad?, ¿de cuántos defectos y relajamientos no será curada y preservada?, ¿y de cuántas almas no procurará su santificación y de otras su salvación si practica este piadosísimo ejercicio?

¡Hubiera en cada Comunidad un alma que se aplicase a practicarlo con atención en el día, si bien entre las ocupaciones diarias, y en la tarde y noche con un poco de vigilia; pero sería el colmo del divino y máximo provecho para la Comunidad y para todo el mundo si un tal ejercicio fuera practicado por todas, turnándose de día y de noche!

 

P. Annibale Maria di Francia

 

Continúa . . .