Del Valor y del Provecho

del Ejercicio de estas

Horas de la Pasión

Con la debida reserva y con la más perfecta sumisión al juicio de la Santa Iglesia, según el decreto del Papa Urbano VIII, transcribo ahora algunas revelaciones que Nuestro Señor Jesucristo habría hecho al Alma Solitaria, a la que inspiró esta Obra. Revelaciones que muestran cuán agradable es al Corazón adorable de Jesús que se practique este Ejercicio. Comienzo con transcribir una carta enviada a mí por la Autora:

 

"Muy Reverendo Padre Aníbale:

Finalmente, le remito las Horas de la Pasión. Todo para gloria de Nuestro Señor. Le envío también otras hojas en las que se contienen los efectos y las bellas promesas de Jesús para quien hace estas Horas de la Pasión.

Yo creo que si quien las medita es pecador, se convertirá; si es imperfecto, se hará perfecto; si es santo, se hará más santo; si es tentado, encontrará la victoria; si sufre, encontrará en estas Horas la fuerza, la medicina y el consuelo; si su alma es débil y pobre, encontrará un alimento espiritual y un espejo donde mirarse continuamente para embellecerse y hacerse semejante a Jesús, nuestro modelo.

Es tanta la complacencia que del ejercicio de estas Horas Jesús bendito recibe, que El quisiera que hubiera un ejemplar en cada ciudad y pueblo y que se practicara, porque entonces sucedería como si en esas reparaciones Jesús sintiera reproducirse su misma voz y sus mismas oraciones tal como El mismo las elevaba al Padre en las 24 horas de su dolorosa Pasión. Y si esto se hiciera por las almas en todas las ciudades y hasta en los más pequeños pueblos, Jesús me hace entender que la Justicia Divina quedaría en gran parte aplacada y serían en gran parte evitados y como aligerados los flagelos en estos tan tristes de dolores y de sangre.

Haga Ud. Reverendo Padre, una llamada a todos, para que tenga su cumplimiento esta obra que Jesús me ha hecho hacer.

Quiero decirle que la finalidad de estas Horas de la Pasión no es la de narrar la historia de la Pasión, pues muchos libros hay que tratan este piadoso tema, y no habría sido necesario hacer uno más. La finalidad es la de la reparación: uniéndonos a Jesús en cada uno de los diferentes pasos de su Pasión y con su misma Voluntad Divina, hacer una digna reparación por cada una de las diferentes ofensas que recibe, haciendo todo lo que las criaturas le deben. Por lo que de esta finalidad derivan los diferentes modos de ofrecerle una justa reparación a nuestro bien amado Jesús: en algunos pasos bendiciéndolo, en otros compadeciéndolo, alabándolo, confortándolo, suplicando, impetrando, pidiendo, orando.

Pongo por eso en sus manos el dar a conocer la finalidad de estas Horas con un prólogo o introducción."

 

 

Las hojas con los escritos a los que se refiere la Autora al inicio de esta carta, contienen lo que Jesús le ha dicho en relación al ejercicio de las Horas, y son, con sus fechas, los siguientes:

 

Vol. 7, 9 de noviembre de 1906

« Hija mía, quien está siempre rumiando mi pasión, y siente dolor y me compadece, me agrada tanto que me siento como retribuido por todo lo que sufrí en el curso de mi pasión; el alma, rumiándola siempre, llega a formar un alimento continuo que contiene diferentes condimentos y sabores que producen en ella diferentes efectos.

Así que, si durante mi pasión me dieron sogas y cadenas para atarme, el alma me desata y me da la libertad. Ellos me despreciaron, me escupieron y me deshonraron, ella me aprecia, me limpia los salivazos y me honra. Ellos me desnudaron y me flagelaron, ella me cura y me viste. Ellos me coronaron de espinas, tratándome como Rey de burla, me amargaron la boca con hiel y me crucificaron; el alma, rumiando todas mis penas, me corona de gloria y me honra como su Rey, me llena la boca de dulzura, dándome el alimento más exquisito, como es el recordarse de mis mismas obras, y me desclava de la cruz y me hace resucitar en su corazón, y cada vez que lo hace le doy como recompensa una nueva vida de gracia; de manera que ella es mi alimento y yo me hago su alimento continuo. Así pues, lo que más me gusta es que el alma rumie continuamente mi pasión.»

 

Vol. 11, 10 de abril de 1913

Esta mañana mi amable Jesús vino y abrazándome en su corazón me dijo:

« Hija mía, quien siempre piensa en mi pasión forma en su corazón un manantial, y entre más piensa, tanto más este manantial se agranda, y así como las aguas que surgen son aguas comunes a todos, así este manantial de mi pasión que se forma en el corazón sirve para bien del alma, para gloria mía y para el bien de las criaturas. »

Y yo: « Dime, mi bien, ¿qué cosa darás en recompensa a los que hagan las Horas de la Pasión como tú me has enseñado. »

Y él: « Hija mía, estas Horas no las veré como cosas vuestras, sino como cosas hechas por mí, y les daré mis mismos méritos, como si yo estuviera sufriendo en acto mi pasión, y así les haré obtener los mismos efectos, según la disposición de las almas; esto en la tierra, y por lo cual, mayor bien no podría darles; después, en el cielo, a estas almas las pondré frente a mí, flechándolas con flechas de amor y de felicidad, por cuantas veces hayan hecho las Horas de mi Pasión, y ellos también me flecharán. ¡Qué dulce encanto será esto para todos los bienaventurados! »

 

Vol. 11, 6 de septiembre de 1913

Estaba pensando en las Horas de la Pasión que he escrito y que no teniendo ninguna indulgencia, quien las hace nada gana, mientras que hay tantas oraciones enriquecidas con tantas indulgencias. Mientras pensaba en esto, mi siempre amable Jesús, con toda bondad, me dijo:

« Hija mía, con las oraciones que tienen indulgencias se gana cualquier cosa; en cambio, las Horas de mi Pasión, que son mis mismas oraciones, mis reparaciones, y son todo amor, han salido precisamente del fondo de mi Corazón. ¿Acaso haz olvidado cuántas veces me he unido a ti para hacerlas juntos, y he transformado los flagelos en gracias sobre toda la tierra? Por lo tanto, es tal y tanta mi complacencia, que en vez de indulgencia le doy un montón de amor, que contiene precio incalculable de infinito valor; y además, cuando las cosas se hacen por puro amor, mi amor encuentra el desahogo, y no es indiferente que la criatura dé consuelo y desahogo al amor del Creador. »

 

Vol. 11, octubre de 1914

Estaba escribiendo las Horas de la Pasión, y pensaba para mí: « ¡Cuántos sacrificios al escribir estas benditas Horas de la Pasión, especialmente al poner en papel ciertos actos internos que habían ocurrido sólo entre Jesús y yo! ¿Cuál será la recompensa que él me dará? »

Y Jesús, haciéndome escuchar su voz tierna y dulce, me dijo: « Hija mía, como recompensa por haberlas escrito, por cada palabra que has escrito te daré un alma, un beso. »

Y yo: « Amor mío, esto para mí; y a los que las hagan, ¿qué les darás? » Y Jesús: « Si las hacen junto conmigo y con mi misma Voluntad, por cada palabra que repitan les daré un alma, porque toda la mayor o menor eficacia de estas Horas de mi Pasión está en la mayor o menor unión que tengan conmigo. Y haciéndolas con mi Voluntad, la criatura se esconde en mi Voluntad, y obrando mi Voluntad puedo hacer todos los bienes que quiero, aun por medio de una sola palabra. Y esto, cada vez que las hagan. »

En otra ocasión estaba lamentándome con Jesús de que, después de tantos sacrificios para escribir estas Horas de la Pasión, eran muy pocas las almas que las hacían.

Y él: « Hija mía, no te lamentes, aunque fuera sólo uno, deberías estar feliz. ¿No hubiera yo sufrido toda mi pasión aunque una sola alma se debiera salvar? Así tú, jamás se debe despreciar el bien porque pocos son los que lo aprovechan. Todo el mal está para quien no aprovecha; y así como mi pasión hizo adquirir el mérito a mi humanidad como si todos se salvaran, a pesar de que no todos se salvan, ya que mi Voluntad era la de salvarlos a todos, y dar mérito según yo lo quería, no según el aprovechamiento que hubieran hecho las criaturas, así tú, en la medida en que tu voluntad se ha fundido con mi Voluntad de querer hacer bien a todos, en esta misma medida serás recompensada. Todo el mal es para los que, pudiendo, no lo hacen.

Estas Horas son las más preciosas de todas, porque no son otra cosa que repetir lo que hice en el curso de mi vida mortal y lo que continúo haciendo en el Santísimo Sacramento. Cuando escucho estas Horas de mi Pasión, escucho mi misma voz, mis mismas oraciones, veo mi Voluntad en esa alma, cual es la de querer el bien de todos, y de reparar por todos; y yo me siento transportado a vivir en ella, para poder hacer en ella lo que ella misma hace. ¡Oh, cuánto me gustaría que aunque sea una sola por país hiciera estas Horas de mi Pasión! Me escucharía a mí mismo en cada país, y mi justicia, en estos tiempos tan despreciada, quedaría en parte aplacada. »

Añado que un día estaba haciendo la hora en que la Madre Celestial dio sepultura a Jesús, y yo la seguí muy de cerca para hacerle compañía en su amarga desolación, para consolarla. No tenía la costumbre de hacer siempre esta Hora; sólo algunas veces. Entonces, estaba indecisa de si debía o no hacerla. Y Jesús bendito, todo amor y como si me suplicase, me dijo:

« Hija mía, no quiero que la dejes; la harás por amor a mí, en honor de mi Madre. Debes saber que cada vez que la haces, mi Madre se siente como si estuviera en persona en la tierra repitiendo su vida y, por lo tanto, ella recibe esa gloria y amor que me dio sobre la tierra; sus ternuras maternas, su amor, y toda la gloria que me dio; por tanto, te estimaré como Madre. »

Por lo que, abrazándome, escuchaba que me decía bajito, bajito: « Madre mía, Madre. » Y me sugería lo que hizo y sufrió en esta Hora la dulce Madre, y yo la seguí; y desde entonces y en adelante no he podido dejarla, ayudada por su gracia.

 

Vol. 11, 4 de noviembre de 1914

Estaba haciendo las Horas de la Pasión, y Jesús complaciéndose mucho, me dijo:

« Hija mía, si tú supieras la gran complacencia que siento al verte repetir estas Horas de mi Pasión, y siempre repetirlas y volverlas a repetir, tú quedarías feliz. Es verdad que mis santos han meditado en mi pasión y han comprendido cuánto he sufrido, y se han soltado en lágrimas de compasión, de tal manera que se sienten consumir de amor por mis penas, pero sin embargo, no lo han hecho de una manera continua ni siempre repetida en este mismo orden. Así que puedo decir que tú eres la primera que me da este gusto tan grande y especial, y vas desmenuzando en ti hora tras hora mi vida y lo que sufrí; y yo me siento tan atraído, que hora tras hora te doy el alimento y como contigo el mismo alimento, y hago junto contigo lo que tú haces. Debes saber sin embargo que te recompensaré abundantemente con nueva luz y nuevas gracias, y aun después de tu muerte, cada vez que sean hechas por las almas sobre la tierra estas Horas de mi Pasión, yo en el cielo te cubriré siempre con nueva luz y gloria. »

 

Vol. 11, 6 de noviembre de 1914

Continuando las acostumbradas Horas de la Pasión, mi amable Jesús me dijo:

« Hija mía, el mundo está en continuo acto de renovar mi pasión; y así como mi inmensidad envuelve todo dentro y fuera de las criaturas, así mismo estoy obligado por su contacto a recibir clavos, espinas, flagelos, desprecios, salivazos y todo lo demás que sufrí en mi pasión, y aún más. Ahora, por el contacto de quienes hacen estas Horas de mi Pasión, siento que se me quitan los clavos, se hacen polvo las espinas, se endulzan las llagas, se quitan los salivazos, siento que me compensan con bien, el mal que me hacen los otros; y yo, sintiendo que su contacto no me hace mal, sino bien, me apoyo siempre más sobre ellos. »

Por otra parte, volviendo a hablar mi bendito Jesús de estas Horas de la Pasión, dijo:

« Hija mía, debes saber que al hacer estas Horas, el alma toma mis pensamientos y los hace suyos, mis reparaciones, las oraciones, los deseos, los afectos, aun mis más íntimas fibras, y las hace suyas; y elevándose entre el cielo y la tierra, hace mi mismo oficio, y como corredentora dice junto conmigo: “Ecce ego, mitte me”. Quiero reparar por todos, corresponder por todos y pedir el bien para todos. »

 

Vol. 11, 23 de abril de 1916

Continuando como de costumbre, mi adorable Jesús se dejaba ver todo circundado por luz que le salía desde dentro de su santísima humanidad, que lo embellecía en tal modo que formaba una vista encantadora y cautivadora. Yo quedé sorprendida, y me dijo:

« Hija mía, cada pena que sufrí, cada gota de sangre, cada llaga, oración, palabra, acción, paso, etc., produjo una luz en mi humanidad, que me embellecía de tal modo que tenía cautivados a todos los bienaventurados.

Ahora, el alma, en cada pensamiento de mi pasión, compasión, reparación, etc. que hace, no hace otra cosa que tomar luz de mi humanidad, embelleciéndose a mi semejanza; así que un pensamiento más de mi pasión será una luz más que le traerá un gozo eterno. »

 

Vol. 11, 13 de octubre de 1916

Estaba haciendo las Horas de la Pasión, y el bendito Jesús me dijo:

« Hija mía, en el curso de mi vida mortal, millares y millares de ángeles cortejaban mi humanidad y recogían todo lo que yo hacía: los pasos, las obras, las palabras, aun los suspiros, las penas, las gotas de mi sangre, en suma todo. Eran ángeles encargados de mi custodia, de rendirme honores, obedientes a todas mis señales; subían y bajaban del cielo, para llevar a Padre lo que yo hacía. Ahora estos ángeles tienen un oficio especial, y cuando el alma hace memoria de mi vida, de mi pasión, de mis oraciones, se ponen alrededor de esta alma y recogen sus palabras, sus oraciones, las compasiones que me hace, las lágrimas, las ofrendas, las unen a las mías, y las llevan ante mi Majestad, para renovarme la gloria de mi misma vida. Y es tanto el agrado de los ángeles, que reverentes, están atentos a escuchar lo que el alma dice, y oran junto con ella. Por eso, ¡con qué atención y respeto debe el alma hacer estas Horas, pensando que los ángeles están pendientes de sus labios para repetir a su lado lo que ella dice! »

Después agregó: « Ante las tantas amarguras que las criaturas me dan, estas Horas son los pequeños sorbos dulces que me dan las almas; pero son tantos los sorbos amargos que recibo y tan pocos los dulces. Por eso, ¡más difusión, más difusión! »

 

Vol. 11, 9 de diciembre de 1916

Estaba afligida por la privación de mi Jesús; y si viene, mientras que quedo respirando un poco de vida, quedo también más afligida al verlo más afligido que yo, y que no quiere saber nada en relación con aplacarse, porque las criaturas lo obligan, le arrancan otros castigos; pero mientras castiga, llora por la suerte del hombre y se esconde dentro de mi corazón como para no ver lo que sufre el hombre. Parece que no se puede vivir en estos tristes tiempos y a pesar de todo, parece que apenas está comenzando todo.

Entonces, mi dulce Jesús, estando yo muy preocupada por mi dura y triste suerte de tener que estar tan frecuentemente privada de él, vino y, echándome un brazo al cuello, me dijo:

« Hija mía, no engrandezcas mis penas con tus preocupaciones. Ya son demasiadas; yo no espero esto de ti; es más, quiero que hagas tuyas mis penas, mis oraciones, todo yo mismo, de manera que yo pueda encontrar en ti otro yo mismo. En estos tiempos quiero grandes satisfacciones, y sólo quien me hace suyo me las puede dar.

Y lo que en mí encontró el Padre, es decir, gloria, complacencia, amor, satisfacción completa, perfecta, a bien de todos, yo lo quiero encontrar en estas almas, como otros tantos Jesús que se me asemejen. Y estas intensiones las debes repetir en cada Hora de la Pasión que hagas, en cada acción, en todo; y si yo no encuentro mis satisfacciones, ¡ah, se acabó para el mundo! Lloverán castigos a torrentes. ¡Ah, hija mía! ¡Ah, hija mía! » Y desapareció.

 

Vol. 11, 2 de febrero de 1917

Encontrándome en mi habitual estado, me encontré fuera de mí misma y encontré a mi siempre amable Jesús chorreando sangre por todos lados, con una horrible corona de espinas; y con trabajo me miraba a través de las espinas, y me dijo:

« Hija mía, el mundo se ha desequilibrado porque ha perdido el pensamiento de mi pasión. En las tinieblas no ha encontrado la luz de mi pasión que le daba claridad, que dándole a conocer mi amor y cuántas penas me cuestan las almas, podía volver a amar a quien verdaderamente la ha amado; y la luz de mi pasión, guiándolo, lo ponía al seguro de todos los peligros. En la debilidad no ha encontrado la fuerza de mi pasión que lo sostiene; en la impaciencia no ha encontrado el espejo de mi paciencia que le infunde la calma, la resignación, ya que frente a mi paciencia, avergonzándose, se empeña en dominarse a sí mismo. En las penas no ha encontrado el consuelo de las penas de un Dios, que sosteniendo las suyas, le infunde amor al sufrimiento. En el pecado no ha encontrado mi santidad, que haciéndole frente, le infunde el odio a la culpa. ¡Ah, en todo ha abusado el hombre, porque se ha apartado en todo de Quien puede ayudarlo!

Por lo tanto, el mundo ha perdido el equilibrio; ha hecho como un niño que ya no ha querido reconocer a su madre; como un discípulo que, desconociendo al maestro, no ha querido escuchar ya sus enseñanzas, ni aprender sus lecciones. ¿Cuál será la suerte de este niño y de este discípulo? Serán el dolor de ellos mismos y el terror y el dolor de la sociedad. En esto se ha convertido el hombre: terror y dolor, pero dolor sin piedad. ¡Ah, el hombre empeora, empeora siempre, y yo lo lloro con lágrimas de sangre! »

 

Vol. 12, 16 de mayo de 1917

Encontrándome en mi habitual estado estaba fundiéndome totalmente en mi dulce Jesús y luego me derramaba totalmente en las criaturas para darles totalmente a Jesús a las criaturas. Él entonces me dijo:

« Hija mía, cada vez que la criatura se funde en mí, le da a todas las criaturas un flujo de vida divina y ellas, conforme lo van necesitando, obtienen su efecto: quien es débil siente la fuerza; quien vive obstinado en la culpa recibe la luz; quien sufre, recibe consuelo; y así de todo lo demás. »

Después me hallé fuera de mí misma; me encontraba en medio de muchas almas que me decían (parecían ser almas del purgatorio y santos y nombraban a una persona conocida mía que había fallecido no hacía mucho):

« Él (Jesús) se siente como feliz al ver que no hay alma que entre en el purgatorio que no lleve el sello de las Horas de la Pasión, y ayudada y rodeada por el cortejo de estas Horas, toma sitio en un lugar seguro. No hay alma que vuele al paraíso que no sea acompañada por estas Horas de la Pasión. Estas Horas hacen llover del cielo un continuo rocío sobre la tierra, en el purgatorio e incluso en el cielo. »

Oyendo esto decía yo para mí: « Tal vez mi amado Jesús para mantener su palabra de que por cada palabra de las Horas de la Pasión él daría un alma, hace que no haya alma salvada que no se sirva de estas Horas. »

Después de esto, volví en mí misma y encontrando a mi dulce Jesús le pregunté si eso era cierto y él me dijo:

« Estas Horas son el orden del universo, ponen en armonía el cielo y la tierra, y hacen que no pueda destruir el mundo. Siento que ponen en circulación mi sangre, mis llagas, mi amor y todo lo que yo hice y que corre sobre todos para salvar a todos. Cuando las almas hacen estas Horas de la Pasión, siento que le dan vida a mi sangre, a mis llagas, a mis ansias de salvar almas; así que, sintiendo que mi vida se repite, ¿cómo podrían obtener las criaturas algún bien si no por medio de estas Horas? ¿Por qué dudas? La cosa no es tuya sino mía, tú sólo has sido el esforzado y débil instrumento. »

 

Vol. 12, 12 de julio de 1918

Estaba rezando con cierto temor y ansiedad por un alma moribunda y mi amable Jesús, al venir, me dijo:

« Hija mía, ¿por qué temes? ¿No sabes tú que por cada palabra sobre mi pasión, cada pensamiento, cada compasión, cada reparación y recuerdo de mis penas, se establecen tantas comunicaciones, como de electricidad, entre el alma y yo, y por lo tanto el alma se va adornando con tantas múltiples y diferentes clases de bellezas? Esta alma ha hecho las Horas de mi Pasión y yo la recibiré como hija de mi pasión, vestida y adornada con mis llagas. Esta flor ha crecido en tu corazón y yo la bendigo y la recibo en el mío como una flor predilecta. »

Y mientras él decía esto, se desprendía una flor de mi corazón y emprendía el vuelo hacia Jesús.

 

Vol. 13, 21 de octubre de 1921

Estaba pensando en la pasión de mi dulce Jesús y él, al venir, me dijo:

« Hija mía, cada vez que el alma piensa en mi pasión, se acuerda de lo que sufrí, o me compadece, se renueva en ella la aplicación de mis penas, surge mi sangre para inundarla y mis llagas se ponen en camino para sanarla si está llagada o para embellecerla si está sana, y todos mis méritos también, para enriquecerla.

El negocio que hace es sorprendente, es como si pusiera en un banco todo lo que yo hice y sufrí y ganara el doble. Así que, todo lo que yo hice y sufrí está en acto continuo de darse al hombre, así como el sol está en acto continuo de dar luz y calor a la tierra. Lo que yo hice no está sujeto a agotarse; basta que el alma quiera y cuantas veces quiera recibirá el fruto de mi vida; de manera que si se recuerda veinte, cien o mil veces de mi pasión, tantas veces gozará de sus efectos. Pero, ¡qué pocos son los que hacen tesoro de ella! A pesar de todo el bien que contiene mi pasión se ven almas débiles, ciegas, sordas, mudas, cojas, cadáveres vivientes que dan asco. ¿Y por qué? Porque se han olvidado de mi pasión. Mis penas, mis llagas, mi sangre son fortaleza que quita las debilidades, son luz que les da la vista a los ciegos, son lengua que desata las lenguas y que abre los oídos, son camino que endereza a los cojos, son vida que resucita a los muertos.

Todos los remedios que la humanidad necesita se encuentran en mi vida y en mi pasión, pero las criaturas desprecian la medicina y no se preocupan de los remedios, por eso se ve que a pesar de todos los bienes encerrados en mi redención, el hombre perece en su estado como afectado por una enfermedad incurable; pero lo que más me duele es ver a personas religiosas que se fatigan por la adquisición de doctrinas, de especulaciones, de historias, pero de mi pasión nada, de manera que mi pasión muchas veces está lejos de las iglesias, de la boca de los sacerdotes, por lo que sus palabras no infunden luz, de manera que los pueblos se quedan en ayunas más que antes. »

Continúa . . .